Tu cuerpo es un arma de destrucción masiva,
me mata,
envejece mis días,
agitados por una resaca
que lleva por origen tu nombre.
El alcohol es la salvación
de cuerpos hendidos,
un vicio caro
para los amantes de la luna.
Ahora que el carmín de tus pintalabios
arañará las pieles de otros cuerpos
meto el mundo
-a presión- en un par de
zapatos viejos.
Al fin se apagó el semáforo en ámbar
que era esta pelea a la contra,
este mar intermitente
que en la vida- a ratos-
compone los días.
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