Con mis manos de resaca
aliento las entrañas
que alimentan polvorosas telarañas.
El estiercol impotente
en alquitrán convierte sus frutos,
frutos de una tierra muerta y pobre.
Sangre de plomo en los campos
que cuentan la tragedia
en los páramos del alma.
En un rincón sentada, la poesía
cadaver de hipócritas miradas
llora esperando a la parca.
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