Pensé en escribir 17 primaveras en una hoja
y tu rastro brillaba por su ausencia
a pesar de tu difuminada sombra,
en mi corazón, tu figura carece de importancia.
Supe en ese preciso instante
que había aprendido a gritar en silencio
mientras tu respondias con tono balbuceante
y yo con voz susurrante decía te quiero.
Te quiero frio, insípido e insolente
duro, pedregoso, ausente, burlón
y tú, con tu corazón adolescente
palpitabas acelerando los pasos del amor.
Quise encerrarte en una carcel de egoismo
y quedé preso por la desesperación
viendo como mi vida se acercaba al abismo
y la tuya a la consternación
al darte cuenta de mi rostro de actor
y lo cabrón que puede llegar a ser el amor.
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