jueves, 11 de diciembre de 2008

Huyamos de esta ciudad, marchémonos lejos donde nadie nos conozca ni sepa quiénes somos, ni nos juzgue por las apariencias, quememos los recuerdos y huyamos cuando estén ardiendo- le dije
De sus labios broto una sonrisa pícara y se desnudó, me tiró a la cama y yo también me fui despojando de mi ropa. Esa tarde no hicimos el amor, follamos brutalmente como nunca lo habíamos hecho, no paramos hasta que el sudor de nuestros cuerpos nos fundió en uno solo y saltaron chispas del colchón.
Cuando terminamos, se encendió un cigarro y me dijo, está bien, yo también quiero irme de aquí pero antes paseemos juntos por última vez y despidámonos de esta ciudad que durante tantos años nos acogió.
Así hicimos, tomamos de la mano el tranvía y paseamos por las calles estrechas del casco antiguo, nunca Murcia se me había asemejado tan bonita ni tampoco tan triste, la catedral brillaba como nunca al igual que su sonrisa. Me despedía con el presentimiento de que no sería un hasta luego sino un hasta siempre, nunca sabes lo que la vida te va a deparar pero en ese momento solo pensaba en romper con todo lo anterior. Mientras pensaba, se me saltaron unas lágrimas que se secaron al instante por la profunda humedad que barría las aceras.
Ella me miró y me dijo ¿Por qué lloras?
Lloro de nostalgia, mi amor -le dije y es que las despedidas nunca habían sido mi plato fuerte y más cuando uno piensa que acaba de quemar su infancia, su niñez, su adolescencia, su familia, sus amigos, en definitiva una parte muy importante en su vida , pero ya era tarde el pasado ardía y no tardaría demasiado en convertirse en cenizas, puro polvo que se esparciría sobre las cabezas de los que algún día en ese tiempo me tuvieron un aprecio o incluso me llegaron a querer de verdad.


PD: Proyecto de futuro libro... ¿quizás? La vida o Dios si existe lo depararán

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