Se bebían a sorbos muy cortos la vida
para disfrutar más el reflejo de la luna
en el mar.
Se juraban amor eterno,
sin embargo eran demasiado jóvenes
y los besos imprecisos
manchaban el escote de promiscuidad.
Descubrieron el juego de los cuerpos
y creyeron entonces en los cigarrillos de después
-a medias-,
los parques a escondidas,
y las noches sin horas de cierre.
Sin embargo eran demasiado jóvenes
y los abrazos ilusos firmaban
una vida más allá de la muerte.
Eran dos,
dos cuerpos púberes necesitados de vida
y la aprendieron en la cama.
Sin embargo eran demasiado jóvenes
y no conocían el invierno.
Llegó y entonces
cayeron todas las promesas del mañana
talladas en las aceras de la ciudad.
Eran demasiado jóvenes
para entender que no existe
el amor eterno.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario