Abatido, llego tarde a casa
con el peso de la noche a cuestas
y hasta las palabras se ponen en mi contra.
La luna me da la espalda,
mientras los amantes
ávidos de encontrar un refugio
buscan la magia clandestina
escondida entre las ventanas
de una habitación de hotel.
Desaliñada,
mi alma divaga noqueada por el alba
y el sol que quema las heridas.
Pierde el Atleti, pero ya no es noticia
y las olas que todo lo mueven esparcen y desordenan
arrastran la resaca de los Lunes.
jueves, 17 de junio de 2010
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