Es cierto,
aborrezco la mezquindad
de las sombras sin circuncidar
que manchan la ciudad
de desapego e indiferencia.
Odio no poder cruzar al ingenio
de la cordura
en un paso de cebra
cuando esta se pone en ámbar.
Me frustran las luces
que iluminan mi cabeza
y no me dejan pasar de largo.
Inadvertido entre los ruidos,
las rejas de este mundo con barreras,
cárcel que cohíbe mi libertad.
Aunque siempre me quedará un poema
-por escribir-
con luz tenue y humo condensado,
que me haga recordar
lo orgásmicos que son tus besos.
Sin embargo, lo son más las teclas de mi máquina
mientras escribo versos improvisados,
a ritmo de pájaros mojados,
certificando el elogio a la locura,
eterno viaje sin billete de vuelta.
martes, 16 de febrero de 2010
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