jueves, 28 de mayo de 2009

Escrito en servilletas

Soñaba con construir un mundo basado en la cotidianidad de los días, en el fluir del tiempo, en la normalidad de las tempestades, pero el guion se le empezó a torcer cuando de adolescente creyó que el costo era un simple juego de niños, un juego con final fatídico que algunos lo recuerdan recubierto de polvo blanco. Lo que sin duda como se podía prever parecía un estrecho callejón con limitadas salidas, se convirtió en una cárcel, cuando el tonteo se convirtió en rutina y los cigarros sin filtro en temidas agujas.
Vivía en la calle, literalmente, era un mendigo que había vendido su alma al peor de los diablos, la heroína, éxtasis de muchos, enredadera de todos. La vida ahora solo era la simple foto de una desierta estación, con un tren marchándose a lo lejos. Jamás podría agarrarse a un nuevo vagón, todas las salidas estaban cerradas, la fotografía era inamovible.
Entre delirio y delirio, el viejo funambulista inventaba hazañas, profanaba dioses y maldecía el embrujo de las drogas. Todo esto lo plasmaba en viejas y arrugadas servilletas de papel, era su único soporte, tan ligero como la pluma de un ave, tan efímero como el beso de una amante. La tinta era su única amiga, la fatal aliada, la sangre que ya no brotaba del corazón sino de la mente.
Conservaba con sutileza y exquisita delicadeza estos trazos de hendido papel escritos con total rigorismo literario, pues el fluir de las palabras era innato, adquirido por la dureza de los días en aquel áspero y oscuro mundo. Diseñaba poesías de bella factura que releía y releía pero nunca se atrevía a recitar y las guardaba en sus bolsillos, unos bolsillos vacios con demasiada carga a sus espaldas y muchas quizás demasiadas aventuras vividas siempre a la expectativa rozando el límite entre lo puro y lo lascivo.
Una fría noche, las secuelas del caballo hacían su efecto y esta vez el cuerpo no aguanto las embestidas del feroz animal. Nos dejaba y lo hacía como mejor había demostrado hacer frente a la muerte, con un bolígrafo que se resbalaba entre los dedos.
Era invierno, letal, doloroso, maligno. La ciudad dormía pero seguían despiertos los malos espíritus. Salian a la calle las personas resentidas ante el devenir de la vida, su único refugio era la noche y en esa noche fría e inhóspita uno de los malos vio a nuestro protagonista. Yacía en el suelo, casi congelado, rozando la petrificación. Hubo algo que le llamó la atención, el cadáver conservaba un raido bolígrafo entre sus dedos. Rebusco entre sus pertenencias y encontró el tesoro guardado bajo llave en los bolsillos. Destapo con intriga las arrugadas servilletas y quedó prendado con su contenido. Se le ilumino una maléfica sonrisa, en sus manos tenía las llaves del éxito.
Efectivamente no se equivocaba. Pasó todos los poemas a máquina, eran más de 100, y los mandos a una editorial. Sin pensarlo dos veces, la editorial publico el libro bajo el nombre de Escrito en servilletas y con el seudónimo de Dorian Carter.
Poco más se sabe de esta misteriosa historia. Aquel hombre se enriqueció, su supuesto libro fue un total éxito de ventas, se tradujo a más de 30 idiomas y pese a las insistencias del numeroso público que le veneraba, nunca más volvió a publicar nada sino que desapareció repentinamente cargado de dinero en los bolsillos y con servilletas arrugadas de papel tiradas por el suelo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Mario Benedetti

Esto es mi pequeño homenaje a este gran poeta. Gracias por hacerme ver lo que entraña el mundo de la poesia maestro.

Dicen que tienes los ojos muy tristes

Y el corazón algo desgastado,

Que la vida te trato con reproches

Y la muerte no está de tu lado.

Soñabas con ser la chica más bonita

Y graciosa del baile de los airados

Lograste dormir en camas vacías,

Taciturnas de soledad y vicios caros.

Tu rostro, pura poesía de pieles callejeras

Que hoy quedan cojas, varando

Entre la tristeza y la nostalgia,

Que Benedetti alguna vez –tan bien- había retratado.

Pero acabaron los retratos tristes,

Los órdagos alegóricos han encallado.

Ha muerto el maestro, el marinero

De los mares de corazones enfrentados.

La poesía pierde letras sin ti,

Hoy que la vida ha acabado,

Hoy que la muerte atestigua

Que los maestros por mucho que sean venerados

No dejan en el fondo de ser eso,


Puros simples, complejos, seres humanos.

Tú eras, algo mas, compañero de insomnios

Infiel a dogmatismos y puños resignados

Si hoy escribo esto

No dudes que estés donde estés,

A ti va dedicado.

viernes, 15 de mayo de 2009

Goodbye Mr Lenin.

El oro se perdía en la empalizada del frente ruso cuando caía aquel maravilloso telón de acero que dejaba atrás el arduo y áspero invierno moscovita para la llegada de la primavera. El trabajo ya estaba hecho, habíamos conseguido hacer triunfar la revolución, la llegada de la utopía era cuestión de segundos pero de repente algo se nubló en mitad de la floración, de lo verde, del fulgor de las abejas. Cayó el panal, marchito el rosal y la utopía se hundió en aquel mar que algunos llamaron Goodbye Lenin. Dentro se sumergía un submarino que solo proyectaba misiles de demagogias, de praxis inconclusas, de aforismos lingüísticos, al fin y al cabo de comunismo verdadero. Y claro, aquel año como es obvio, no tuvimos ni verano, es mas atentaron contra la primavera y vivimos en un invierno constante más duro que aquellos años en Chernóbil. Afortunadamente encontramos un botón rojo que ponía en mayúsculas: No tocar, y nosotros muy astutos, agiles al farol, nos miramos con cara de póker y sin pensar presionamos y joder en la hora que lo hicimos. Nos tragamos uno a uno cada uno de los desquebrajados pedazos en los que se había convertido el mundo. Entonces para más inri vino un loco a aguarnos aun más la fiesta y lo llamó nihilismo.

martes, 5 de mayo de 2009

La catedral del deseo

- A ti, por tus idas y venidas,
mis paseos, tus sonrisas
mis tristezas, tu acogida.
A ti,
mi mejor amante.



Que bella cuando despiertas con resaca

en amaneceres tenues de luz

dónde me despisto y cambias de escena.

Rozo la piel de tus esquinas,

esas que son amigas de la noche,

de los bares

- también mias.

Divago por el aire entre tus puentes

y el destino me lleva

hacia la señal que me guía tu cuerpo,

esa que los sabios llaman

-la catedral del deseo.

Allí abro la boca

y ensimismado, siento en mis entrañas

el deambular de las horas,

el agitado tráfico vespertino,

y entonces te vistes y te odio

pues tengo el defecto

de amarte solo cuando te desnudas.


PD: En la lejanía te seguiré queriendo

viernes, 1 de mayo de 2009

Cogí de la mano al mar

Cogí de la mano al mar

y empecé a beberlo.

Con un tenue suspiro

supe que estaba enfermo

de melancolia.

Desee que se truncara el alba,

se deshicieran las dunas,

y que la luna se equivocara de parada

por si el sol se pasaba de estación.

Entonces, solo en ese momento

surgió el prófugo candor

en dos cuerpos cuya piel,

sólo conocía la soledad.